Cap 4: El lado amable de Edward Cullen.

Al día siguiente en la escuela, Edward no apareció. Al día siguiente a ese, tampoco. No vino en oda la semana y la rutina me aburría. Solo las prácticas de combate con mi hermano me mantenían entretenida e impedían que hiciera algo con lo que después me arrepintiera. Rae me había reprendido porque había olvidado nuestro trato de no dejar nuestro entrenamiento a un lado. Por eso cada tarde, después de la escuela, íbamos al patio trasero de la casa de Charlie, que daba hacia el bosque, y nos poníamos a practicar. A veces era solo entrenamiento cuerpo a cuerpo, pero otras veces practicábamos con varas, espadas y lanzamientos de dagas. Incluso hubo una vez en que Rae me pidió ayuda con algunos hechizos, despedazamos gran parte de un árbol cerca de nosotros por culpa de eso.

Era lunes. Un día aburrido en una dimensión aburrida. Estábamos yendo hacia mi camioneta y Charlie hacia su patrulla de policía. Estaba distraída buscando mi cuaderno de dibujo en mi mochila.

Rae: ¿Por qué Bella tiene auto y yo no?
Aquí vamos otra vez...
Charlie: Porque Bella es responsable y conduce con cuidado. Tu eres irresponsable y conduces como un loco.
Yo: Te lo dije.
Rae: No conduzco como un loco.
Charlie: Lo siento hijo, pero es así. Tal vez llegue tarde, al guardia Mason lo mató un animal...
Yo: ¿Un animal? ¿Seguro?
Charlie: Ya no están en el RM, aquí las cosas son diferentes. Aquí las personas pueden morir por el ataque de un animal.
Rae: Suena a que son más delicados de lo que parecen.
Yo: O que no tienen cómo protegerse.
Charlie: Algunos no. Bueno, me voy.
Yo: Suerte en el trabajo.
Rae: Si, cuidado con los animales que pueden matarte.
Rae debería aprender a no molestar a Charlie con su naturaleza. Aunque debo admitir que a veces a mi también me molesta que se incluya dentro de los humanos. Un hechicero puede perder su magia, pero realmente nunca será humano.

Charlie se despidió con un gesto con la mano y se fue en la patrulla. Mi padre no es de hablar mucho, ha estado mucho tiempo solo y cualquiera habría notado que no se había recuperado de la separación de mi madre y él. Llegamos a la escuela más tarde de lo que pretendía. Rae se fue a su clase y yo a la mía. Era lenguaje, nada interesante. Solo más teorías de humanos. En el almuerzo me senté con Mike y Jessica. No tenía mucha hambre, solo quería algo de beber. Miré hacia la mesa de los Cullen, como había hecho la semana pasada, esperando ver a los cuatro hermanos de Edward sin él, pero mi sorpresa fue grande cuando lo vi sentado con ellos. Estaban riendo de algo, se les veía felices como no lo habían estado antes. Edward volteó a mirarme, o tal vez no a mi. No podía saber que estaba ahí, viéndolo. 

Jess: Edward Cullen te está mirando.
Gracias, no lo había notado.
Yo: No parece enojado ¿verdad?
Jess: No... ¿Debería estarlo?
Yo: Creo que no le agrado.
Jess: A los Cullen no les gusta nadie. Aunque tampoco se fijan mucho en alguien como para que les guste... Pero te sigue mirando.
Yo: Pues no lo mires. Tal vez así deje de mirar hacia acá.
No es que me molestara que Edward me mirara, me molestaba la forma en que lo hacía. Era como si quisiera abrir mi cabeza para sacar mi cerebro y admirarlo. Y Jessica hacía un buen trabajo disimulando su personalidad chismosa, celosa y entrometida con ese falso acento de amistad que había en cada una de sus palabras. Los humanos eran predecibles.

Entré a la clase de biología con Eric y Mike pisándome los talones. Edward no había llegado aún. Fui hacia nuestra mesa y me senté, saqué mi cuaderno de dibujo y comencé a garabatear. Mi intención era hacer unos cuantos diseños simples, tal vez con claro-oscuro, pero me encontré dibujando el RM, más específicamente la vista que hay desde la ventana de mi cuarto de allá. El cielo en el que se veían el Sol Norte y el Sol Este, ligeramente nublado, anteponiéndose a la pradera que se extendía de extremo a extremo con árboles de hojas moradas y flores negras. Claro que el color solo estaba en mi mente, porque para este momento solo podía dibujarlo con el lápiz.
Escuché la silla a mi lado moviéndose, pero no levanté la vista. Sabía que era Edward. El lápiz en mi mano se detuvo por un segundo y luego continué con los trazos ágiles sobre el papel. estaba inspirada y no iba a darle importancia a alguien que no me daba importancia a mi.

Edward: Hola
¿En serio iba a hablarme como si nada hubiera pasado?
Edward: Me llamo Edward Cullen. No tuve la oportunidad de presentarme la semana pasada. Tu debes ser Bella Swan.
Yo: Si... ¿Cómo sabes mi nombre?
Edward: Creo que todo el mundo sabe tu nombre. El pueblo entero los esperaba.
Si, de seguro aquí, en este monótono lugar, esa era una gran noticia. Pero él seguía sin entender mi pregunta.
Yo: No, me refería a que me llamaste Bella.
Edward: ¿Prefieres Isabella?
Yo: No, me gusta Bella. Pero creo que Charlie, es decir mi padre, me llama Isabella a mis espaldas, porque todos me llaman así.
Me pregunto si a Rae le sucedió lo mismo...
Edward: Oh...

El señor Banner tenía preparado un experimento para nosotros hoy. No lograba comprenderlo, aún no había entendido del todo estas materias de humanos. Pero estaba segura de que, si era en parejas, no podía escoger a alguien que no fuera mi impecable compañero de pupitre. No era tan ignorante al respecto, sabía como se llamaban los instrumentos del laboratorio y conocía varias cosas de este mundo. Había venido otras veces a casa de Charlie, peor había sido hace mucho tiempo. Aun así, no conocía la teoría de este tema de biología en específico.

Señor Banner: Pueden empezar.

Edward: Las damas primero, compañera.
Dijo acercándome el microscopio. Me permití mirarlo a la cara por un segundo, sus ojos eran dorados...
Edward: Puedo empezar yo, si lo deseas.
Yo: No, yo lo hago.
Es muy claro que no sé lo que debo hacer. Por lo que pude entender, debía ver por el microscopio e identificar la fase en la que estaba lo que había entre los vidrios de la muestra, que tampoco sé que eran. Miré al libro de biología abierto que había en la mesa entre nosotros, donde se mostraban todas las fases posibles y escogí una.
Yo: Profase.
Dije fingiendo seguridad.
Edward: ¿Te importa si miro?
Tampoco confía en mi...
Yo: Si, adelante.
Dije mientras le pasaba el microscopio, temerosa de haber adivinado mal. Al hacerlo nuestras manos se tocaron por unos segundos y pude sentir el frío que emanaba su piel. La aparté en seguida.
Edward: Lo siento...
Miró por el lente del microscopio, sin revisar el libro.
Edward: Es profase.
No tan mal. Soy la única vidente que no puede confiar en su don cuando lo necesita, pero puede adivinar las fases con verlas en un libro. Anotó el nombre en la hoja que debíamos entregar con la letra más bella y pulcra que había visto en mi vida. Cambió la diapositiva en el microscopio y volvió a mirar.
Edward: Anafase.
Yo: ¿Puedo mirar?
Era mejor actuar como que sabía lo que estaba haciendo. Me deslizó el microscopio y miré por el lente.
Yo: Si, Anafase. ¿Me pasas la tercera?
Sabía que no debía tentar mi suerte, pero debía intentarlo otra vez.
Yo: ¿Interfase?
Edward: Así parece.
Así hicimos todo el trabajo y terminamos antes de la hora. Había dejado que Edward anotara todo en la hoja porque no quería arruinarlo con mi horrible caligrafía. Hablábamos de palabra en palabra, sin mirarnos.
Edward: Era muy bonito el dibujo que estabas haciendo antes.
Yo: ¿Si? Gracias...
Había dado en el blanco. Si algo me gustaba era que halagaran mi trabajo.
Edward: ¿Qué paisaje era?
Yo: Eh, yo... Lo vi en televisión.
Me había agarrado con la guardia baja. Traté de disimular mi incomodidad, a los humanos no se les hacía difícil responder acerca de qué era lo que habían dibujado.
Edward: Pues no parecía nada que hubiera visto antes...
Yo: ¿Llevas puesto lentes de contacto?
Era mucho mejor para mi cambiar de tema. Además, prefería que él me diera explicaciones.
Edward: No.
Dijo sonriendo.
Yo: Oh... Es que tus ojos están distintos.

El señor Banner se acercó hacia nosotros, confirmando que habíamos terminado la tarea.

Señor Banner: Edward, ¿No crees que deberías dejar que Isabella también mirara por el microscopio?
Me sentí ofendida por un minuto.
Edward: Bella. En realidad, señor Banner, ella identificó tres de las diapositivas.
El profesor lo miró con incredulidad y luego se volteó hacia mi.
Señor Banner: ¿Has hecho antes esta practica de laboratorio?
Yo: No exactamente...
Señor Banner: ¿Tal vez con una escama de pescado blanco?
Yo: Si, eso precisamente.
No había persona en el mundo más nerviosa que yo.
Señor Banner: ¿Estabas en un curso avanzado en Phoenix?
Tardé en recordar que mi coartada era que había estudiado toda mi vida en Phoenix.
Yo: Si.
Esto pareció sorprenderlo. Si supiera que yo si soy buena alumna... Solo que no aquí.
Señor Banner: Bueno, supongo que es bueno que ambos sean compañeros... Así los otros chicos tienen la oportunidad de aprender algo por sus propios medios.

No le presté atención y continué con mi dibujo. Cuando llegara a casa le pondría color.

Edward: Es una lástima lo de la nieve ¿no?
¿El clima? ¿En serio?
Yo: En realidad no.
Había oído a un grupo de chicos muy desilusionados porque la pelea de nieve se había cancelado, la lluvia les había arruinado todo.
Edward: No te gusta el frío.
Yo: Tampoco la humedad.
Edward: Debe ser difícil para ti vivir en Forks.
Yo: No tienes idea.
En serio, no tenía idea de cuán acertadas eran sus palabras.
Edward: En ese caso ¿Por qué viniste aquí?
Yo: Es complicado.
En términos generales no tanto, pero en unos más amplios...
Edward: Creo que puedo seguirte.
Decidí contarle la verdad a medias. Lo miré a los ojos mientras respondía.
Yo: Mi madre se volvió a casar.
Edward: Ah, comprendo... ¿Cuándo sucedió?
Yo: El pasado septiembre.
Edward: Y él no te agrada.
Yo: La verdad no mucho... Pero no es por eso. Phil viaja mucho y deja sola a Reneé. No me gusta, pero creí que ella no se iba con él por mi hermano y yo, así que decidimos venir aquí.
Edward: ¿En qué trabaja?
Yo: Es jugador de beisbol profesional.
Edward: ¿Debería sonarme su nombre?
Yo: Lo dudo.
Tal vez porque él no es jugador, tiene patas de cabra y no vive en tu dimensión.
Edward: Y ahora tu eres desdichada.
Yo: ¿Y?
Reneé era feliz, eso era suficiente.
Edward: Eso no suena muy justo.
Yo: La vida no es justa. Esa es la gran historia de mi vida.
Casi toda.
Edward: ¿Y tu hermano?
Yo: También tomó esta decisión.
Aunque al principio tuve que convencerlo, pero ahora parece muy feliz con la idea. Miré hacia el frente y le puse mala cara a la pizarra. No me gustaba que supiera tanto de mi sin darme respuestas.
Edward: ¿Te molesto?
Yo: No, me molesto conmigo. Es fácil saber lo que pienso, soy un libro abierto.
Reneé siempre me lo decía, probablemente era por lo que este chico tan extraño no paraba de preguntar teoría tras teoría. Era fácil ver lo que me ocurría.
Edward: Para nada, me cuesta leer tu mente.
¿Leer mi mente? Si fuera humana eso me habría parecido algo retórico, pero no lo era ni lo soy. Había formas de leer la mente en donde yo vivía... Con magia. 
Yo: ¿Así que eres un buen lector de mentes?
Edward: Generalmente si.

Tal vez no era nada, tal vez solo estaba haciendo referencia a una metáfora o a la ciencia ficción. Nunca había pensado en los Cullen con relación a la magia. El señor Banner llamó la atención de la clase y así se acabó nuestra pequeña conversación. Al sonar la campana, Edward salió tan rápido del aula como la última vez, rompiendo así la barrera de cordialidad que había construido en toda esta hora. Fue muy raro. Era como si lo pusiera nervioso, cosa que no era posible, ¿o me ocultaba algo? Eso me hizo sospechar, pero las pistas no encajaban no importaba el esfuerzo que hiciera. Por ahora, Edward Cullen seguía siendo un misterio.

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